La segunda exigencia, era un carácter diferenciador. Con respecto a las viviendas de su entorno, de carácter anodino y con un mal uso de elementos clásicos, la vivienda debía plantear, tanto una estética, como unos espacios interiores distintos de lo habitual. Ambas ideas se intentaron resolver sin estridencias, ni grandes aportaciones, ya que el cliente no nos pedía tales audacias, tan solo marcar una diferencia. Los giros de la cocina nos dieron la pista de desarrollar la planta con módulos girados buscando las buenas orientaciones y el dinamismo de los alzados.
El otro elemento diferenciador, es la gran cubierta del salón. Un enorme plano inclinado, que arranca desde el porche exterior y que pasa por encima del estar y hasta la cocina, plano visto desde el interior y que da unidad a los espacios interior-exterior. Este gran plano, tiene la particularidad de arrancar desde una altura mínima desde el exterior, lo que provoca que estos espacios se relacionen mas con el interior, consiguiendo así una fusión más clara de ambos espacios. Allí donde la altura del plano se hace necesaria, en la salida del porche hacia el jardín, el plano se va cortando en diagonal, creando un efecto de falso alabeo, y gran riqueza espacial, estableciendo en este punto, la relación con el jardín exterior.